"Un hombre bajaba de Jerusalén a
Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después
de haberle despojado, le cubrieron de heridas y se marcharon,
dejándolo medio muerto. Bajaba casualmente por el mismo camino un
sacerdote; y, viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, llegando
cerca de aquel lugar, lo vio y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de camino llegó hasta él,
y al verlo se movió a compasión, y acercándose vendó
sus heridas echando en ellas aceite y vino; lo hizo
subir sobre su propia cabalgadura, lo condujo a la posada
y él mismo lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos
denarios, se los dio al posadero y le dijo: Cuida
de él, y lo que gastes de más te lo
daré a mi vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece
que fue el prójimo de aquel que cayó en manos
de los salteadores? El le dijo: El que tuvo misericordia
con él. Pues anda, le dijo entonces Jesús, y haz
tú lo mismo" (Lc).
El camino de Jerusalén a Jericó es
el camino de la vida, lleno de peligros. Los salteadores
son el demonio y sus secuaces. El sacerdote representa a
los que interpretan la ley, pero sin vida y con
legalismos. De hecho, una de las falsas interpretaciones de la
Ley que circulaba en aquellos momentos en la Sinagoga sostenía
que, con sólo tocar a alguien malherido y que pudiese
estar muerto, era contaminante, por esto el sacerdote de la
parábola se aleja, igualmente el levita. El buen samaritano es
el hombre que sabe querer al modo divino, que se
olvida de sus ocupaciones, cura, cuida, gasta su dinero, dice
que volverá para ver como va la recuperación. En definitiva,
vive la misericordia, ése, el que está fuera de la
ley mosaica, es el que mejor cumple la ley de
Dios de amar con misericordia. El pensamiento de Jesús es
de una claridad diáfana. Jesús es el buen samaritano de
los que sufren en este mundo.
• ¿Qué dijo Jesús que debemos hacer para heredar la vida eterna? (Lucas
10:27–28.) ¿Por qué creen ustedes que esos mandamientos son tan
importantes? (Mateo 22:37–39.)
• ¿Cómo podemos demostrar el amor que sentimos por nuestro Padre
Celestial y Jesús? (Juan 13:34–35; 14:15, 21.)
• ¿Quién es nuestro prójimo? ¿Piensan ustedes que Jesús se refería
solamente a las personas que nos rodean?
• ¿Qué pregunta contestó Jesús cuando enseñó la parábola del buen
samaritano? (Lucas 10:25, 29.)
• ¿Por qué piensan ustedes que ni el sacerdote judío ni el levita ayudaron
al hombre herido, quien además era judío? (Lucas 10:31–32.)
• ¿Qué hizo el samaritano por el judío herido? (Lucas 10:33–35.)
• ¿Por qué es algo significativo que haya sido un samaritano el que ayudó al
judío? ¿Qué cualidades de buen prójimo tuvo el samaritano? ¿En qué forma
nos ayuda este relato a comprender quién es nuestro prójimo? ¿Cómo
podemos ser mejores personas con nuestro prójimo?
• ¿Quién creen ustedes que amó más a Jesús: el sacerdote, el levita o el
samaritano? ¿Por qué?
• ¿Cómo podemos seguir las enseñanzas de Jesús y demostrar amor por
otras personas? ¿Cómo debemos comportarnos con alguien que necesita
nuestra ayuda? ¿Con alguien que es diferente a nosotros? ¿Con alguien
que quizás no haya sido bueno con nosotros?
Pida a los niños que hablen de situaciones en las que hayan prestado servicio
a alguien que lo necesitaba o cuando ellos o sus familias recibieron ayuda
de otras personas. Asegúrese de que los niños no relaten nada que pueda
avergonzar a algún miembro del barrio o de la rama.
• Cuando demuestran amor hacia otras personas al ayudarlas o prestarles
servicio, ¿cómo se sienten? ¿Los hace sentirse más cerca de nuestro Padre
Celestial y Jesús? ¿Qué gran bendición heredaremos si amamos en verdad
a nuestro Padre Celestial y a nuestro prójimo? (Lucas 10:25–28.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario