martes, 24 de septiembre de 2013

como puedo ser solidario





A la luz del Evangelio, ser solidario significa hacer propias las necesidades del otro; sentirse comprometido y actuar por el prójimo, soldando, haciendo una las necesidades o voluntades de dos o más personas. Para que se cumpla esta condición, es necesario primero que ambas partes se pongan en el lugar del otro, y en el extremo, se nieguen a sí mismos, al ser y actuar, por y para el otro, haciendo propia la situación ajena; y transformando así la relación en algo perfecto, pleno y verdadero, en función del amor y del plan de Dios. Vemos claramente que en el auténtico sentido cristiano, puede haber solidaridad sólo si la acción nace de la caridad, la cual le brinda los beneficios y plenitud de alcances que otorga el amor. 

La solidaridad es mucho más que “sentirse bueno” o “sentirse mejor” por alguna acción puntual, se refiere a un aspecto esencial del ser auténtico, de ser uno mismo, de aceptar nuestra identidad y realidad donde ninguno de nosotros “es”, sino en la medida de nuestra relación de compromiso con los demás. Nadie puede ser -comprendido como identificarse a sí mismo frente a la existencia-, sin previamente haber adquirido la conciencia de lo único auténticamente propio que disponemos: nuestra libre voluntad y capacidad de amar, de darnos a otros seres por otros seres, de identificar e interpretar sus necesidades como propias, y atenderlos con la urgencia, perseverancia y la dedicación que otorgamos a las propias necesidades.

Mientras no comprendamos que sólo en el prójimo podemos ver el reflejo de nuestra verdadera identidad, jamás aprenderemos el sentido de la solidaridad, del compartir, o de la compasión; y así, mientras permanezcamos en este mundo, jamás será posible que comprendamos el maravilloso significado de la Voluntad de Dios y el prolífico sentido de la auténtica misericordia.

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